viernes, 18 de abril de 2014

¿ERA LA GRAN PIRÁMIDE UN REACTOR TERMONUCLEAR?

Fuente:

http://manueljosedelgado.wordpress.com/category/articulos-sobre-la-gran-piramide/

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¿ERA LA GRAN PIRÁMIDE UN REACTOR TERMONUCLEAR?

12022009

Es difícil encontrar sobre la faz de la Tierra un monumento que concentre en torno a él tantas incógnitas. Ya los viajeros de la época clásica se confesaban incapaces de interpretar la escritura grabada en la Gran Pirámide. El correr de los siglos no hizo más que incrementar los intentos por descifrar sus enigmas: quién la levantó y con qué finalidad, si fue o no una tumba, si sus aristas apuntaban a una determinada constelación planetaria… Las últimas investigaciones señalan que fue construida mediante una tecnología inimaginable hoy en día. Sus muros se trazaron de forma que ninguna fisura pudiera dejar escapar nada al exterior. ¿Qué experimentos se realizaron allí?. Según diferentes investigadores, en la Gran pirámide se trabajaba con energía nuclear y se utilizaba para ello un complejo sistema de canales de ventilación que servirían para evacuar la presión y evitar una explosión en cadena. La energía producida podría servir como combustible para determinado tipo de naves. Por otra parte, las medidas de otro de los enigmas más inquietantes de la historia, el Arca de la Alianza, construida por Moisés siguiendo las indicaciones de Yahvéh y muy parecida a otro tipo de arcas egipcias, encajan con asombrosa exactitud en el tanque de granito de la Cámara del Rey. ¿Tecnología nuclear en el Egipto predinástico? ¿Cómo y para qué?

Gran Pirámide de Giza
AFRONTANDO EL DESAFÍO
La Gran Pirámide alberga el legado de antiguos conocimientos que se desarrollaron en las riberas del Nilo mucho antes de la existencia del propio Egipto. Como en ningún otro lugar del planeta, los hombres, generación tras generación, han buscado allí tesoros materiales o intelectuales, afrontando un desafío descomunal: descubrir el propósito del arquitecto de la Gran Pirámide; todo esto a pesar de que los arqueólogos menos imaginativos han clasificado el monumento como una tumba y nada más.
En la meseta de Giza, entre un paisaje monocromático de tonos ocres, emergiendo de la arena del desierto, se levantan orgullosos casi tres millones de bloques de piedra que pesan cada uno entre dos y sesenta toneladas. Y pese a tan colosales proporciones, sus errores de nivel, angulación, orientación y simetría se cuentan sólo por milímetros. Para los historiadores griegos y romanos, y también para la arqueología oficial, fue una ostentación de locura y riqueza realizada sin máquinas, por medio de la fuerza bruta, y su perfecto acabado se logró por mera casualidad, aduciendo para ello que la ciencia matemática se inició en Grecia, mientras que en Egipto sólo existía una geometría incipiente comparable a un nivel de enseñanza primaria.
UNA ESCRITURA DESCONOCIDA

Gran Galería
El interior de la pirámide parece encontrarse en el mismo estado en que lo hallaron los árabes en el año 820. Aunque el cofre de granito rojo es su único elemento decorativo, la ausencia de ornamentos no hace sino engrandecer su interior. Nada queda de todo lo que pudieran haber contenido la Cámara del Rey, la de la Reina y la del Caos. Uniendo las tres, hay canales diminutos de significado ignoto, pasajes estrechos que humillan más que dignifican al hombre que los recorre. La Gran Galería, impresionante de tamaño, empequeñece el orgullo cuando uno se enfrenta a lo solemne en la más absoluta soledad. Cuarenta y seis interminables metros de muros, perfectamente paralelos, constituyen la obra magna de la ingeniería pétrea. Todo un entramado que no guarda ni un solo jeroglífico, ni una sola inscripción, ni el más mínimo relieve realizado por la mano de los constructores en ninguno de los 2.800.000 bloques de piedra, en los casi tres millones de metros cúbicos de roca, en los siete millones de toneladas de piedra erigidos como homenaje a la mística, a la ciencia o a la locura. Sin embargo, Abd-al-Latif, historiador árabe del siglo XIII, dijo que en los bloques de revestimiento estuvieron grabados, con caracteres ininteligibles, un gran número de inscripciones. Herodoto, quien contempló la pirámide hacia el año 440 a.C., comenta los mismos signos, cuya interpretación era para él tan desconocida como para el guía que le acompañaba. Y resulta raro que el significado de las inscripciones fuese un misterio, pues en la época de Herodoto aún se traducían jeroglíficos, como pudo comprobar ese historiador cuando se introdujo en los ritos isíacos de la mano de los sacerdotes de Sais, quienes dominaban los caracteres escritos del Egipto milenario, como demuestra la piedra Roseta, escrita en hierático, demótico y griego. Por tanto, la escritura que recubría los bloques de revestimiento de la Gran Pirámide era desconocida para los egipcios.
EL TEMPLO DE ISIS
Una antigua inscripción jeroglífica denominada «La Estela del Inventario» narra cómo la Gran Pirámide estaba ya edificada en tiempo de Keops y era llamada «Templo de Isis». Los grandes dignatarios extranjeros visitaban el «monumento de los antepasados». La idea generalizada de que la Gran Pirámide es la tumba de Keops puede ser cierta, ya que la misma estela cuenta que el faraón se hizo enterrar junto a ella o dentro de ella. Además, existen pruebas que avalan la teoría de que el monumento fue habilitado por Keops con fines propios. A este respecto, hay que tener en cuenta algunas consideraciones. En primer lugar, se aprecian en la pirámide las manos de dos maestros de obras: uno de ellos, el arquitecto original, que trabajaba a la milésima de milímetro; el otro, menos minucioso, ha dejado su impronta en lo que bien pudiéramos considerar los trabajos de Keops dentro de la pirámide. Entre sus obras se encuentran las 28 entalladuras que recorren la Gran Galería, realizadas de un modo imperfecto, con prisas, apartándose de la meticulosidad con que está construido el monumento. Este número de entalladuras ha despertado la atención de los egiptólogos, ya que Keops era, precisamente, el vigesimoctavo rey después de Menes, según la correlación de dinastías de Manetón. Se desprende de ello que la Gran Galería sería un homenaje a los antepasados del faraón.
Este argumento está avalado por dos antiguos autores árabes. Abu Ya’kub escribió que «allí se encuentran pinturas y estatuas yacentes o de pie y otras muchas cosas, de las que no se conoce el significado». Ibrahim Uasif Sha relató que en la pirámide oriental se habían guardado las estatuas de los abuelos de Keops. Las huellas de martillos a todo lo largo de la Gran Galería y situadas sobre el tercer saledizo pueden cubrir alguna antigua inscripción o los nombres de reyes pasados.
Quizás fuese éste el motivo por el que el faraón Keops fue odiado por su pueblo -según narraron a Herodoto- por haber utilizado este antiguo «Templo de lsis» como lugar donde construir su tumba. En dinastías posteriores, posiblemente durante la VI, la Gran Pirámide fue saqueada por un pueblo dirigido por los sacerdotes, que destruyeron todo lo que Keops hizo en el interior del monumento, intentando incluso que su nombre desapareciera de los anales del imperio. Por eso el faraón resulta para la arqueología un perfecto desconocido, del que sólo ha subsistido una pequeña estatua de nueve centímetros de alto que se conserva en el Museo de El Cairo. La Gran Pirámide quedó destripada y desierta durante más de 2.000 años, hasta el advenimiento de Ramsés II. Una inscripción grabada en la roca, frente a la cara norte de la pirámide de Kefrén, nos dice que el Superintendente de los Trabajos, Mai, «Grande del Templo de Maat», y el Intendente de los Trabajos del Templo de Amón en Tebas, Seanj-Pa, trabajaron en la reparación de las dos grandes pirámides de Giza. Bajo la inscripción se encuentra el mismo signo misterioso que se puede observar en el techo de la Cámara del Caos. Es decir, que en tiempos de Ramsés II se emprendieron trabajos en la Gran Pirámide con objeto de poner a punto su interior y de seguir celebrando allí las iniciaciones isíacas.
Ramsés II reestableció un colegio de sacerdotes destinado a las tres pirámides, haciendo que recobraran su papel de templo solar. Así parece indicarlo la inscripción descubierta por Reisner en la mastaba de Pen Meruu, en Giza, que utiliza el determinativo de los templos solares para referirse a la Gran Pirámide. Los autores árabes relatan las peregrinaciones que llegaban hasta la meseta de Giza desde todos los países de la Tierra, en especial desde la Arabia Yemení, ya que los sabeos eran adoradores del Sol. Los sacerdotes de Ramsés II limpiaron todas las estancias destruidas en anteriores expoliaciones. La Gran Pirámide debió conservarse intacta hasta los siglos XII o XIII. Por aquel tiempo se sucedieron en Egipto enormes terremotos que asolaron el país. Los árabes construyeron su nueva capital, Al Kaherah, que significa «La Victoriosa». Durante muchos años, se fue retirando el revestimiento que cubría la pirámide. La noticia de la ausencia de tesoros se extendió entre los expoliadores y la Gran Pirámide quedó abandonada. Las expoliaciones del revestimiento de los siglos XII y XIII y la arena del desierto acumularon grandes montañas de escombros de más de treinta metros. Fue en el Renacimiento cuando se avivó el interés por la ciencia y las cámaras y pasadizos fueron limpiados. La Gran Pirámide empezó a mostrar sus misterios.
¿QUIÉN LEVANTÓ LA GRAN PIRÁMIDE?

Los viajeros de la época clásica ya manifestaron su sorpresa ante la ausencia total de dispositivos tecnológicos relacionados con la construcción de las pirámides. La arqueología, desconocedora a veces de la física, la geometría o las matemáticas, ha intentado, con poco acierto, explicar los cómos y los porqués de tan ciclópea construcción. Y desde que en el siglo XIX se descubrieran las relaciones de la Gran Pirámide con los números Pi y Fi se inició una frenética carrera hacia la interpretación de sus medidas, dando como resultado las más insólitas explicaciones. En pulgadas, en yardas, en metros, en litros o en varas, las mediciones conducían a la explicación del presente, del pasado y del futuro, no faltando quien achacaba a errores de construcción los datos que fallaban en su teoría. Otros, incluso, no dudaron en limar alguna arista para que sus elucubraciones resultasen refrendadas con mayor precisión.
Entre la fantasía y la realidad, muchos autores crearon escuela. Fueron tratados como auténticos iluminados, pues pretendieron haber accedido a los secretos herméticos y hasta divinos que encerraría esta «biblia de piedra». Otros les tacharon, simplemente, de majaderos. Y todo este asunto es de lamentar, especialmente porque pueden hacer dudar, o provocar el descrédito, sobre teorías infinitamente más serias acerca de uno de los mayores misterios del pasado.
El pensamiento científico adquiere formas ajenas a la lógica e, inclusive, contrarias al sentido común. La ausencia total de referencias a la ciencia y la tecnología en las excavaciones, inscripciones y textos egipcios ha sido interpretada como prueba de que aquel pueblo no poseyó ningún género de tecnología y vivió en una ignorancia científica total. Y es una conclusión obligada si se tiene en cuenta que la primera rueda encontrada pertenece a la XII dinastía, la primera plomada a la XVIII, los primeros textos astronómicos aparecen en sarcófagos de la XI dinastía, el Papiro Rhind, de la dinastía XIII, tiene un nivel científico correspondiente a la escuela elemental y los primeros cuchillos de hierro corresponden a la XXVI dinastía.
En términos concretos, la documentación arqueológica nos muestra una civilización que avanzaba dificultosamente por el camino de la ciencia y que al cabo de 3.000 años de evolución todavía necesitaba importar de Grecia los pocos conocimientos que llegó a poseer Si admitimos que la Gran Pirámide no pudo ser construida por los egipcios de la IV dinastía, nos tenemos que plantear entonces otro tipo de hipótesis que puedan explicar la tecnología empleada y el uso que se le dio a la misma.
UN RECINTO HERMÉTICAMENTE CERRADO

Están contabilizadas más de cien pirámides a lo largo del Nilo, situadas siempre en su ribera occidental, pero una destaca por tamaño, proporciones, conservación y perfección. Es la Gran Pirámide, la única gran maravilla del mundo antiguo que se conserva.
Con las 114 pirámides censadas en Egipto se pueden hacer dos grupos: las cinco de la IV Dinastía (tres en Giza y dos en Dashur) y todas las demás. Estas 109 pirámides restantes no ofrecen problemas tecnológicos y no cabe duda de que fueron erigidas por la cultura faraónica, ansiosa de emular a las otras cinco, las que se encontraron los primeros egipcios que llegaron a las riberas del Nilo.
Las cinco pirámides atribuidas a Snefru, Keops, Kefrén y Micerinos no sólo hay que separarlas del conjunto a causa de su envergadura y perfección, sino también porque no contienen en su interior la más leve pista de cuándo fueron edificadas, ni por quién, ni con qué motivos. Por el contrario, todas las demás pirámides e incluso las tumbas de la IV Dinastía están repletas de jeroglíficos, esculturas y relieves que hacen fácil su datación. Y si ello es así, también su utilidad puede ser diferente. Se han barajado teorías para todos los gustos, según la particular visión de cada investigador. Como posibles funciones de las pirámides estarían el de servir como antenas emisoras-receptoras, como hitos geodésicos, como almanaque de tiempos pasados y futuros, como templo de iniciación, como archivo de conocimientos de civilizaciones desaparecidas o como observatorio astronómico. Tal vez no sean nada de ello, o quizás sean todo eso a la vez. Pero hay más, porque si convenimos en que la Gran Pirámide no fue edificada por los egipcios, tendríamos que considerar a los constructores como poseedores de una tecnología desconocida incluso en nuestra moderna era espacial.
Uno de los problemas que plantea la Gran Pirámide es el hecho de que vulnera el principio de economía en cuanto al trabajo empleado. Esto se comprende fácilmente observando nuestro alrededor. Nuestra actual industria es capaz de realizar losas anguladas perfectas y nuestros albañiles están capacitados para unirlas en íntimo contacto, pero el principio de economía señala que tal alarde sería una completa tontería, ya que multiplicaría por diez las horas trabajadas, con el consiguiente aumento de tiempo y dinero invertidos. Por tanto, el resultado es el que podemos ver, por ejemplo, en todos nuestros modernos cuartos de baño: después de alicatada la pared se aprecia que entre azulejo y azulejo hay a veces una separación de hasta, varios milímetros, que luego se tapa con una lechada de cemento que simula una junta perfecta. Es decir, poseemos una técnica que nos permite rozar la perfección, pero no interesa emplearla. Distinto es que se revista con cerámica una nave espacial; entonces sí es necesario el íntimo contacto de las piezas para evitar el calor producido por el rozamiento cuando la nave choca contra la atmósfera. En la Gran Pirámide trabajaron sin que importara el principio de economía. y, además, sin motivo aparente, ya que para una tumba no hacía falta tal derroche de técnica. La única respuesta coherente es que si en las juntas de los bloques de revestimiento de los corredores y de las cámaras no cabe ni el filo de una cuchilla de afeitar, es porque el constructor necesitaba que el conjunto fuera hermético.
TECNOLOGÍA DE ALTA PRECISIÓN

Los pocos bloques de revestimiento que aún se encuentran en la cara norte delatan su estampa inicial. Hoy sólo quedan en su lugar tres o cuatro. En su origen tuvo 27.000, perfectamente encajados y pulidos. Como realización tecnológica de alta precisión no existe nada en el mundo entero que iguale este revestimiento calcáreo. La tarea parece imposible. No existen sobre el pavimento huellas de arrastre, ni tampoco puntos de engarce para grúas o cuerdas. Además, para mayor asombro, colocaron en las juntas yeso de rápido fraguado, que obligaba a colocar el bloque al primer intento, sin posibilidad de efectuar posteriores movimientos.
En la actualidad, para las mejores «escuadras normalizadas» por la industria moderna, norma DIN875, se admiten errores de más o menos 0,03 mm por metro, cantidad algo superior a los errores de angulación y paralelismo de la obra egipcia. Como los mejores instrumentos no ópticos miden con errores de más de 300″, se demuestra que los egipcios debieron poseer instrumentos ópticos y, además, de alta precisión, ya que el anteojo de autocolimación corriente, por ejemplo, da errores del orden de los 5″.
La construcción de cada uno de los bloques de revestimiento, de 20 metros cuadrados de superficie, es una tarea equivalente al pulido del espejo del telescopio de Monte Palomar. Para comprender la magnitud de la obra egipcia bastará observar que SE fabricaron 27 000 de estos bloques. Lograron, hace miles de años, producir en masa lo que la industria moderna sólo produce a escala artesanal.
La agrimensura moderna, conducida por teodolitos, cronómetros y tablas astronómicas, admite para el cierre de polígonos un error del 0,3 %, que corresponde a un error de 10′ traducido en error angular Ningún procedimiento propuesto ha logrado explicar cómo consiguieron los egipcios tal exactitud. La pirámide de Kefrén tiene el mismo error de orientación que la Gran Pirámide, es decir, 5′ 31″. Y cabe preguntarse por qué orientaron a ambas con la misma desviación, cosa no imputable a la casualidad, Los antiguos egipcios tuvieron el equipamiento necesario para edificar una base de 53.000 metros cuadrados con una orientación de 0° 0′ 0″.
Es evidente, entonces, la completa disociación entre una ciencia avanzada y lo que aparece en sus pinturas y escritos. La diferencia entre el análisis arqueológico y el análisis tecnológico llega al extremo de mostrarnos dos mundos heterogéneos que marchar en sentido inverso: uno que aprende con lentitud otro que olvida rápidamente. Lo que supuestamente surge en los inicios de la civilización egipcia pudiera no ser el producto de una generación espontánea sino el final de una trayectoria de tradición. Y como esto no es posible, pues la tecnología de las tribus nilóticas sólo llegaba a producir puntas de flechas de sílex, hay que pensar en otra civilización más desarrollada incluso que la nuestra, de origen atlante o, quizás, extraterrestre.
LA CÁMARA DEL REY: ¿LABORATORIO GEOTÉRMICO?

Cámara del Rey y cofre de granito
No cabe duda de que la meseta de Giza está edificada y dispuesta de tal modo que sigue a la perfección un plan preciso. Pese a que algunos arqueólogos piensen que cada faraón situó su pirámide al libre albedrío, las relaciones geométricas entre todos los monumentos de Giza corresponden a un intrincado proyecto que aún está por descubrir. Pero si las nueve pirámides de Giza fueron construidas por el mismo arquitecto, debemos pensar que a la Gran Pirámide la dotó de una particular técnica que dejó absolutamente aislado su interior del exterior. Porque, según todos los indicios, tan colosal monumento sirvió como factoría de una energía muy especial.
El tanque de granito es más grande que los corredores que llegan hasta la Cámara del Rey. Los violadores de tumbas pudieron llevarse todo el ajuar que encontraron (momia incluida, oro y riquezas en abundancia), pero el supuesto sarcófago no. El ingeniero que diseñó la pirámide le concedió una importancia inusual, por ser el centro donde se acumulaba la energía suministrada por la máquina piramidal.
El doctor argentino José Alvarez López mantiene la tesis de que en la Gran Pirámide se realizaban experimentos nucleares. Según este profesor, no existe en el entramado de cámaras y pasajes del monumento ningún elemento que sobre o que falte para la consecución de tales propósitos. La Gran Pirámide, como todas las centrales nucleares, funcionaría como una máquina de vapor. En primer lugar, el átomo de uranio se transforma en plutonio y produce energía térmica (calor) que calienta agua a alta presión. Normalmente, se utiliza agua pesada que calienta la caldera de una máquina de vapor. Las cámaras inferiores de la Gran Pirámide serían la caldera, mientras que la Cámara del Rey contendría el equivalente al reactor atómico.
Canal sur "de ventilación" de la Cámara de la Reina
Se ha hablado mucho, demasiado, de la utilidad de los llamados «canales de ventilación» de las cámaras del Rey y de la Reina. Los investigadores Bauval y Gilbert, tras enrevesados cálculos donde no falta la manipulación de los datos angulares obtenidos por el robot del ingeniero alemán Rudolf Gantenbrink en el interior de los canales, aventuraron su hipótesis de que los cuatro canales apuntaban con «toda exactitud» a cuatro estrellas situadas en los hemisferios norte y sur, elaborando así la llamada teoría de Orión. El problema es que el canal sur de la Cámara del Rey, el que apunta precisamente a la constelación de Orión, recorre toda la pirámide con un ángulo de 45°, es decir, con la diagonal resultante de avanzar un metro hacia el sur mientras que se sube un metro hacia arriba. El canal norte tiene un ángulo de algo más de 39° como resultado de llegar desde la propia Cámara del Rey hasta, exactamente, la misma hilada de bloques donde desemboca el canal sur igual ocurre con los canales que parten de la Cámara de la Reina, que iban a dar a la misma hilada antes de taponarse desde el exterior. Extraño procedimiento de apuntar a unas estrellas con unos canales que están acodados incluso hasta dos veces. Según el profesor Alvarez López, la Cámara del Rey, esta supuesta cámara de energía nuclear, debía disponer para su perfecto funcionamiento de dos canales o toberas que la comunicaran con el exterior. Uno para la salida del vapor y otro para la adición del refrigerante. Los sistemas de seguridad implantados en el proyecto justifican el enigma de por qué los canales de ventilación de la Cámara de la Reina estaban cerrados. La respuesta la encontramos en los motores de explosión de nuestros automóviles. En caso de un exceso de presión o de temperatura, en lugar de estallar o rajarse el bloque del motor, los tapones de seguridad saltan para evacuar la presión, evitando el peligro de explosión. En caso de que en la pirámide se produjera un exceso de presión, los tapones de la Cámara de la Reina saltarían y el vapor recorrería los canales hasta llegar al exterior. En algún momento, estos canales se cerraron con unos tapones que fueron los que descubrió el robot de Gantenbrink.
Precisamente para entrar en la Cámara de la Reina hay que descender un escalón. La sala se encuentra más baja que el canal horizontal por el que se accede a ella, posiblemente para permitirle almacenar líquidos. El corredor tiene sus paredes impregnadas de una solución de base salada. Tanto en las cámaras de descarga como en el pozo existen todavía restos de unas extrañas estalactitas. Su sabor es también salado. Se suele explicar, con poco éxito, que los bloques de la pirámide provienen de la calcificación de un lecho marino, por lo que todas las piedras contienen gran cantidad de fósiles y es por ello que rezuman sal. Pero las estalactitas llegan a medir 10 centímetros de largo y surgen de las grietas entre los bloques. Su goteo ha producido extrañas formas y su profusión hace pensar en los experimentos que se podrían haber realizado en el interior del monumento.
PILAS EN LA ANTIGUEDAD

Este tipo de energía, por increible que parezca, era conocido ya en el pasado, al igual que la producción de fenómenos eléctricos de diversos tipos, siendo todo ello atribuido a la divinidad. Esta fuerza era llamada akasha por los antiguos brahmanes, «fuego principio» por los magos de Caldea, «agente mágico» por los cabalistas de la Edad Media y «energía celeste» por algunos alquimistas. Hoy, algunos científicos la llaman «fuerza etérea» y puede producirse si se conocen los mecanismos de la energía magnética.
Bombillas de Dendera
En la Antigüedad se conocían diversos sistemas de pilas y acumuladores eléctricos, y se aplicaban en ciertos procesos electrolíticos para recubrir los ídolos con láminas de oro. Se han encontrado pilas en Bagdag y en Macchu Pichu. Y también en Egipto. En una representación de la tumba de Ramsés VI en el Valle de los Reyes (Luxor) se aprecia claramente cómo dos símbolos sagrados del Antiguo Egipto, el pilar Djet y el signo Tit, se unían para conformar una linterna. También vemos en el templo de Dendera, posiblemente el mejor conservado de Egipto, cómo una columna de sacerdotes sube por los oscuros pasadizos hasta la terraza, llevando grandes pilas y regalos a los dioses, y cómo luego descienden por el otro lado con las pilas cargadas. Precisamente en la terraza del templo de Dendera aparecen signos inequívocos de que toda la superficie estuvo salpicada de placas de plomo, cobre y zinc, a semejanza de una gigantesca placa electrónica, que hace aún más verosímil la posibilidad del contacto con los «dioses».
EL SECRETO DE MOISÉS

La similitud de estas pilas con el Arca de la Alianza hebrea surge inevitablemente. Entre los babilonios y los egipcios ya habían existido objetos de culto análogos o afines a ésta. El arca babilonia se le asemeja poco, pues su forma era más bien de asiento o trono. El arca egipcia se le parecía más: consistía en un cofre o templete de dimensiones aproximadas a las de la judía, y tenía figuras de genios con las alas desplegadas. También era llevada procesionalmente por los sacerdotes, mediante barras, como los levitas llevaban la de lsrael (Dt. 37,9-25).Moisés, gran iniciado en los misterios de Egipto, tuvo acceso a los secretos de pirámides y templos y, siguiendo las indicaciones de Yahveh, alentó a los judíos para que se apropiaran de todo el oro posible con el fin de hacer el Arca de la Alianza, que serviría como condensador eléctrico y que trabajabaría, estudios realizados, con de potencial de 100.000 V pudiendo recargarse con la electricidad atmosférica del desierto, lo mismo que ocurre con la estática de los coches. Pero lo más curioso es que las medidas del arca encajan con pasmosa exactitud en el tanque de granito de la Cámara del Rey de la Gran Pirámide, siendo esta sala de similares dimensiones a la que Salomón construyó para guardar el Arca en el primer templo, en Jerusalén.
Al sondear los misterios de las pirámides o del Arca de la Alianza nos acercamos todavía más a una desconocida tecnología, más propia de los dioses que de los hombres.
Unos dioses de extraños comportamientos que dejaron en la meseta de Giza o en el desierto del Sinaí señales de su paso, aunque estuviesen escondidos tras una nube o imponiendo su criterio bajo las amenazas de su poder. Unos dioses que pudieron hacer algunas colosales obras que encontramos en Egipto y que incluso las pusieron en funcionamiento, aunque los materiales que pudieron emplearse, como el uranio enriquecido o el plutonio, se camuflaran bajo palabras tan enigmáticas como «el testimonio». Nuestros alcances científicos ya nos permiten evaluar la tecnología aplicada en la Gran Pirámide y comprender el significado de algunas extrañas frases de los libros sagrados: «En el Arca pondrás el Testimonio que yo te voy a dar» (Éxodo2S, 16).
Solo queda ya salvar las limitaciones mentales.

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