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La fiesta de Halloween ha evolucionado de manera paulatina hasta una noche de colores y personajes de cuentos. El origen de este día se remonta a un ritual celta milenario en el que los druidas de la antigua Britania realizaban plegarias por las almas de los muertos. Durante el Samhain o Samaín, como se le conoce, en dicho territorio se encendían hogueras para ahuyentar a los espíritus y se hacían sacrificios humanos. Sin embargo, el Samaín se vivió de otras formas mucho más al sur.
La evolución del concepto de Halloween -desde el punto de vista de noche de los muertos hasta una festividad con disfraces y caramelos- permiten valorar otro tipo de leyendas que se han ido entremezclando con el paso de los años. No hace falta ir muy lejos para encontrar multitud de posibilidades. Dentro de la Península Ibérica son varios los mitos que mencionan una noche en que los muertos se levantan de su tumba durante el cambio de estación.
Galicia tiene una de las leyendas más populares que se extendió por el norte de España con otros nombres. La Santa Compaña es una de esas leyendas en la que los vivos temen a los muertos, cuando estos caminan sobre la Tierra. Según la leyenda, una procesión de ánimas -almas en pena- vaga por toda Galicia, a veces encaminada por un vivo que solo se librará de su eterna andadura entre almas en pena si le pasa la antorcha al poco afortunado que se tope en el camino de la Santa Compaña, el cual nunca más podrá volver la cabeza atrás.
Cuenta la leyenda que cuando el reloj marca la medianoche, una procesión de ánimas se dispone a salir de la Iglesia portando un féretro mientras se lamentan por la pérdida. Según la tradición, el desafortunado que se encuentre con los muertos los distinguirá porque portarán un féretro mientras se lamentan por la pérdida del muerto, pero si la persona se fija bien en el rostro del fallecido se verá a sí mismo. Al pasar unos días, el desafortunado acabará muriendo, como así lo narra Lorenzo Fernández Bueno en su libro «La España maldita».
El objetivo de la Santa Compaña es marchar por los pueblos de Galicia en busca de próximos difuntos u obligar a otros a hacer penitencia. Si se le ve rondado cierta localidad, según cuentan algunas versiones, al tercer día morirá un paisano si la Santa Compaña ha dado tres vueltas alrededor de su casa. Mientras que en otros casos, su caminata dentro de un pueblo podría ser el mero hecho de dar un susto a un pecador.
«Finis Terrae»
La fiesta del Samaín -que servía para conmemorar el inicio del invierno- era una fecha en que los muertos se congregaban en el «Finis Terrae» porque era el momento en el cual se abrían las puertas hacia el otro mundo. La fiesta pagana del cambio estacional también era un momento clave para hacer salir a diversos monstruos y criaturas como las «meigas». La particular noche de los difuntos en la Península Ibérica ofrece otra versión al origen de Halloween. El mito de la Santa Compaña se estableció en otras regiones de España con otros nombres y con algunas pequeñas modificaciones de la historia original como la «Huestía» o «Hueste» de ánimas en Asturias.
Los historiadores han respondido a la extensión de este mito a través de la explicación de que los testimonios siempre se daban en zonas poco iluminadas, por lo que en muchos casos ese séquito de ánimas podría tratarse perfectamente de contrabandistas. Sin embargo, tal se ha alimentado la sombra de la leyenda de esta procesión de muertos, que a lo largo de generaciones, se han acuñado una serie de consejos para evitar formar parte de la Santa Compaña, como hacer un círculo en el suelo con una rama de olivo bendecida o llevar un gato negro y arrojarlo a la Santa Compaña.
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