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Recientes hallazgos sugieren que estamos en un momento crucial de nuestra existencia
Última actualización 22/10/2012@10:01:49 GMT+1
Gregg Braden
Nuevos descubrimientos sugieren que la teoría de la evolución no es suficiente para explicar nuestra existencia; que llevamos en la Tierra mucho más tiempo de lo que reconoce la historia convencional; que estamos programados para la paz –y no para la guerra– ; que nos encontramos en un momento decisivo de nuestra existencia; y que, en definitiva, somos mucho más de lo que pensamos. Estas son algunas de las claves argumentales de «La verdad profunda» (Ed. Sirio), fascinante obra donde Gregg Braden explora los paradigmas de pensamiento pasados y –mucho más importante– venideros.
Con sus profecías orales, los mayas nos legaron una descripción de lo que podemos esperar que suceda durante los años de transición de una era del mundo a la siguiente. Ellos sabían qué esperar porque ellos mismos habían vivido esos ciclos en el pasado, y eran conscientes de la naturaleza fractal de los ciclos. En otras palabras, lo que en el calendario maya se considera que es el «nacimiento» de una era cósmica al terminar la anterior, se corresponde con el nacimiento que todos hemos experimentado al llegar a este mundo. Desde la perspectiva maya, es imposible separar uno del otro, y he aquí por qué.
El tiempo que pasamos por término medio en el vientre de nuestras madres (el período de gestación) es aproximadamente de 260 días, mientras que el tiempo que tarda la Tierra en completar uno de sus bamboleos en nuestra órbita (la precesión de los equinoccios) es de alrededor de 26.000 años. Esto, trasladado al ámbito de los patrones, significa que los 260 días que transcurren antes de nuestro nacimiento, constituyen un fractal de los 26.000 años que tarda la Tierra en «dar a luz» un nuevo ciclo de precesión.
Los mayas sabían que, por cada nacimiento, las condiciones cambiarían para dar paso a una nueva vida; y en el caso de los ciclos de eras del mundo, el cambio supone el desmoronamiento de todo aquello que no sirve para hacer frente a los cambios, a fin de dejar paso a aquello que sí sirve. Así es precisamente como nuestros antepasados concibieron nuestro momento de la historia: como un nacimiento cósmico a un ciclo de vida nuevo.
Y sabían que, con la llegada de ese ciclo nuevo, tendríamos que adoptar una forma de ser también nueva. Mucha gente ha interpretado que el año 2012, en el que acaba el calendario maya, significa que el fin del mundo está a la vuelta de la esquina. Sin embargo, un estudio más a fondo de las tradiciones mayas revela que no es al fin del mundo a lo que se refiere, sino al fin de una era del mundo… y, con ella, al fin de una forma de vida.
Pero al igual que el fin de cualquier cosa es el principio de lo que llega a continuación, el fin del ciclo de nuestra era del mundo es el principio de un nuevo ciclo que le sigue; es el nacimiento de un mundo nuevo. El antropólogo, historiador y ajq’ij maya (sacerdote ceremonial y guía espiritual) Carlos Barrios lo resumió, desde la perspectiva de los mayas actuales, en una charla ofrecida en Santa Fe, Nuevo México, en 2002: «El mundo no se va a terminar; se va a transformar. Los indígenas tienen los calendarios y saben cómo interpretarlos, los demás no».
La analogía entre nuestro nacimiento del vientre materno y nuestro nacimiento al pasar de una era del mundo a la siguiente resulta muy gráfica, y adquiere aun mayor sentido cuando la aplicamos al punto en que nos encontramos en el mundo actualmente. Tanto al salir del vientre como al salir de la quinta era del mundo de la que hablan las tradiciones indígenas americanas y entrar en la sexta, una vez que el proceso empieza, es un viaje en una sola dirección, que nos saca de un lugar al que nunca volveremos. En ninguno de los dos casos podremos retornar jamás al lugar del que provenimos.
Si bien la razón por la que no podemos retornar al vientre es obvia, la razón por la que no podemos volver al mundo conocido de nuestro pasado quizá no lo sea tanto; aun así, el nuestro es un viaje sólo de ida. No podemos retornar al mundo del pasado porque ya no existe. Se transformó delante de nuestros ojos mientras vivíamos el cambio, a la vista de todos… (Continúa en AÑO/CERO 268).
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