http://www.akasico.com/noticia/1982/Ano/Cero-Historia-ignorada/El-secreto-egipcio-del-Temple.html
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Última actualización 31/08/2012@11:42:07 GMT+1
Sobre lodos de barro y sangre, los cristianos fundaron en 1099 el Reino Latino de Jerusalén. Godofredo de Bouillon fue nombrado rey, pero rehusó tal honor asegurando que no podía ceñir corona donde Jesús sólo llevó la de espinas. Poco después, su hermano Balduino le sustituyó en el cargo y no tuvo remilgos en aceptar ser rey echando mano del número ordinal primero. Sería monarca de una extensión que iba desde el Líbano hasta el Sinaí, duna arriba duna abajo. Luego se harían las divisiones de rigor: condado de Edesa, principado de Antioquía y condado de Trípoli. Pero eso era lo de menos; lo importante era Jerusalén y sus tesoros. Y para custodiar el botín hacían falta lanzas y brazos que las sostuvieran. Y así, al poco, en 1110, aparece la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén para velar por los peregrinos y darles abrigo. Un par de años después aparece la Orden de los Caballeros Teutónicos. Y, como ya hemos visto, en 1118 “un oscuro caballero de Champaña”, según dice el especialista Alain Demurger –Auge y caída de los templarios–, se presenta ante el rey, entonces Balduino II, para crear la que luego sería Orden del Temple.
Mucho menos conocidos son los hechos que a continuación vamos a referir. La historia maldita del Temple guarda relación, en mi opinión, con la aparición de la Orden del Císter gracias al impulso de Roberto de Molesme y, en especial, por la determinación de su sucesor, Esteban Harding. De este último, de origen inglés, Mario Melvilla dijo que fue un hombre que supo “maridar el conocimiento de las letras con la devoción; era cortés de palabra, de rostro sonriente: su espíritu se regocijaba siempre en el Señor”.
Harding, que había estudiado en Escocia, París y Roma, era un hombre ilustrado, devoto de los textos antiguos y acometió la reforma de la liturgia en Cîteaux convirtiendo la abadía en un centro cultural sin par. Entre sus proyectos debemos recordar la redacción de la Biblia de Cîteaux en cuyo proceso se emplearon textos de procedencia por resolver y que requirieron el apoyo logístico de los rabinos judíos. De entre los rabinos judíos del momento con los que Harding intercambió información –¿de qué? ¿Tal vez de algún manuscrito desconocido?– uno de ellos destacaba sobre todos los demás: Salomon Rachi (1040-1105), que era rabino –¡qué casualidad!– de la ciudad de Troyes, donde habría de tener lugar unos años después el Concilio de constitución formal del Temple.
Michel Lamy –La otra historia de los templarios– no se atreve a afirmar nada: “Es difícil saber si Harding conoció personalmente a Rachi habiendo muerto éste en Praga en 1105. En todo caso, es muy posible que sus yernos vinieran a trabajar en Cîteaux al lado de los monjes para facilitar la traducción de documentos sagrados especialmente difíciles de interpretar”.
¿Qué documentos sagrados eran esos? ¿Qué contenían? ¿De dónde llegaron? El caso es que algo se tradujo en Cîteaux a comienzos del siglo XII. Y es posible que en esos textos estuviera el verdadero origen y objetivos de la futura Orden del Temple. Esos textos, según esta hipótesis, son el verdadero secreto egipcio de los templarios.
En efecto, a comienzos del siglo XII aventuramos las relaciones de Esteban Harding con rabinos judíos traduciendo algún texto de notable dificultad y gran importancia. Y he aquí que uno de los personajes centrales de la expedición arqueológica templaria, Hugo de Champaña, marcha para Tierra Santa por las mismas fechas. Charpentier le sitúa por aquellos pagos “en una fecha no conocida con precisión, pero que por lo general se fija entre los años 1104 y 1105”. Afirma que de allí regresa en 1108, para añadir que, a su regreso, “entró en contacto con Esteban Harding, abad de Cîteaux”.
(Continúa la información en revista ENIGMAS 161)
Mariano F. Urresti
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