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Existen cientos de miles de casos registrados de premoniciones, que algunos consideran un mecanismo de supervivencia. Los científicos han aclarado muchos aspectos de este fenómeno que, sin embargo, precisa aún nuevas interpretaciones. ¿Qué es y por qué se produce? ¿Por qué hay gente que lo experimenta con suma facilidad y gente que no?
Uno se pregunta cómo es posible que una persona sepa, por ejemplo, que a 1.000 km un conocido se está ahogando, ha tenido algún tipo de percance grave o lo va a tener en un plazo breve sin que nadie se lo comunique. Este misterio lleva intrigando a innumerables científicos desde hace al menos un siglo, cuando se se empezó a investigar un fenómeno tan elusivo como la premonición –también llamada precognición, presentimiento o presagio–. Dado el tiempo transcurrido, vale la pena asomarse a este campo para comprobar en qué hemos avanzado respecto a las conclusiones de aquellos científicos decimonónicos, a pesar de que no han perdido vigencia.
Recordemos que en 1923, tras haber seguido los pasos de sus amigos y maestros Sir William Crookes y Frederic Myers, científicos pioneros en trazar el camino en este tipo de investigaciones, el premio Nobel de Medicina Charles Richet afirmó en su obra Tratado de metapsíquica. Treinta años de investigación psíquica que “la premonición es un hecho demostrado (...). Los hechos están ahí, autentificados e innegables”. Richet aclaraba que, si no hubiera tenido pruebas formales y abundantes de que “hay premoniciones”, no se habría atrevido a hacer una afirmación tan audaz.
En la actualidad, para los escépticos sigue siendo una audacia afirmar que existen las premoniciones, pero podemos seguir afirmando, como hizo Richet en el pasado, que es un fenómeno psíquico demostrado. Otra cuestión es la interpretación que se haga del mismo. Los espiritualistas, por ejemplo, estiman que el aviso premonitorio podría proceder de una fuente inteligente externa (como un espíritu), mientras que en los campos de la psicología y la parapsicología la premonición se considera meramente como una proyección intuitiva, una coincidencia o autoprofecía cumplida o una forma de autosugestión.
Premoniciones de muerte
A lo largo de la historia, personajes tan relevantes como Adolf Hitler, Sir Winston Churchill, Abraham Lincoln y Yasir Arafat protagonizaron premoniciones que les salvaron la vida. Dejando a un lado lo que puedan tener de anecdótico, lo cierto es que son muchas las cosas que se han comprobado en torno a la precognición. Se sabe, por ejemplo, que en condiciones extremas no son infrecuentes ciertos sueños o avisos premonitorios. Entre los alpinistas que escalan los picos más altos del planeta se han registrado numerosos casos de este tipo. Baste señalar el que narra el guía Fernando Garrido en su obra Cinco montañas solo. Durante su larga estancia en el Aconcagua a 7.000 m de altitud –permaneció allí casi dos meses– tuvo una visión de su hermano pequeño ensangrentado y muerto. Poco tiempo después el muchacho, junto con sus padres, murió en un atentado de la banda terrorista ETA.
La falta de oxígeno a elevada altitud suele ser causante de ensueños y alucinaciones que impiden al perceptor distinguir la realidad de la ficción, de modo que tales visiones no son siempre necesariamente premonitorias. Pero ¿qué decir de otros muchos casos en los que las circunstancias no son, al menos en apariencia, tan extremas? A veces sucede precisamente lo contrario, es decir, una gran relajación física y la paz mental –inducida por drogas, meditación, autosugestión hipnótica, etc.– es la que favorece la experiencia. No obstante, esta puede sobrevenir también en situaciones activas –conduciendo un vehículo, caminando, teniendo un orgasmo...– o por otras muchas causas, desde un dolor físico fuerte, el hambre y la soledad hasta la privación sensorial y sexual, pasando por un gran cansancio o por el estrés emocional.
La práctica de técnicas específicas permite también cultivar la facultad de inducir las premoniciones a voluntad (ver recuadro en la pág. 29), pero normalmente lo habitual es tenerlas durante el sueño. En este sentido, el psicólogo Joe H. Slate apunta que “el estado de sueño parece funcionar con una doble capacidad precognitiva: en primer lugar, estimula la facultad precognitiva de la mente; en segundo, implica mecanismos oníricos para que transmita información precognitiva a la mente consciente, aunque suele hacerlo de forma simbólica o camuflada”.
Las premoniciones durante el sueño suelen ser tan intensas que el durmiente se despierta sintiéndose angustiado, sobre todo si su experiencia es un presagio de muerte. Precisamente las premoniciones de muerte trágica son las más abundantes entre las registradas.
Mientras que las premoniciones de enfermedad o de muerte natural poco antes del suceso no suelen interpretarse como auténticas premoniciones, sino que se atribuyen a alguna clase de conocimiento de las condiciones orgánicas de la persona cuya muerte o enfermedad se percibe, no sucede así con los presentimientos de muerte accidental. Con frecuencia, estas informaciones paranormales relacionadas con la muerte de alguien suelen definirse como “presagios de muerte” y en el fenómeno suele producirse un contacto telepático entre emisor y receptor, aunque no siempre es necesariamente así.
La experiencia que el pintor Wilhelm von Kügelgen describe en su obra Recuerdos de juventud de un hombre viejo (1870) es un magnífico ejemplo de que en los presagios no son infrecuentes los elementos de precognición. Mucho antes de ver confirmada su premonición, Von Kügelgen sintió que “le ardía el corazón” al despedirse de su padre. ¿Precedió la información inconsciente al trágico suceso que sobrevino después?
Veamos lo que le sucedió al pintor antes del mismo cuando se encontraba en una sala de conciertos: “Se estaba ensayando una música para mí totalmente nueva, Las siete palabras de Haydn, y con gran placer canté con los otros los maravillosos coros. Pero al llegar al pasaje Cuando luchamos con la muerte me embargó una emoción tan dolorosa que me falló la voz (...). De modo sorprendente, me imaginé a mi querido padre luchando con la muerte (...). No pude dominarme, salí de la sala y en el cuarto de al lado rompí a llorar amargamente (...). Veía la lucha del moribundo, oía sus últimos suspiros”. Cuando Von Kügelgen llegó a su casa y no encontró a su padre le embargó un gran temor y cuando salió a buscarle por la mañana temprano se lo encontró “con la cara incrustada en la tierra, asesinado y desposeído de sus vestiduras, en un surco de arado”.
Al margen de que la música del coro actuara como un elevador del inconsciente mediante el cual se concretó la experiencia, lo cierto es que Von Kügelgen tuvo en primer lugar una precognición del suceso al sentir que le ardía el corazón mientras se despedía de su padre.
Otras muchas veces los presagios de muerte se producen por vía onírica y van también acompañados de una precognición. El siguiente ejemplo, recogido por el parapsicólogo Ernesto Bozzano, así lo muestra. Hace referencia a un tal señor Ivey, de Forney (Texas), que se despertó la mañana del 19 de diciembre muy angustiado por su hijo de 19 años, que se encontraba de vacaciones en un estado cercano y no corría ningún tipo de peligro. Curiosamente, también la señora Ivey había soñado que hacía un viaje en carruaje y luego estaba en el salón de una casa desconocida, rodeada de una familia a la que tampoco conocía. Pues bien, al parecer, el día 17 de diciembre el hijo de esta pareja había tenido un grave accidente cuando viajaba en un carruaje, de modo que, a simple vista, la angustia de los padres fue un claro augurio del trágico suceso. La señora Ivey perdió el tren y tuvo que viajar en carruaje. Luego se encontró en la casa de una familia desconocida junto al lecho de muerte de su hijo, que falleció el 19 de diciembre a la una de la madrugada.
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