miércoles, 7 de noviembre de 2012

Atentado nuclear en un club nocturno de Bali, 12 de octubre de 2002

Fuente:

http://www.danielestulin.com/2012/10/12/atentado-nuclear-en-un-club-nocturno-de-bali-12-de-octubre-de-2002/

Información:


El atentado de Bali hace 10 años era un atentado MICRO NUCLEAR con una carga de 0.01 kT. Los responsables del atentado son Mossad israelita. Objetivo del atentado: fortalecer la alianza contra el terror, recordandolesa todos que Hussein es malo y Israel es bueno y innocente. Adjunto el capitulo de mi libro IMPERIO INVISIBLE donde lo explico todo.
¿Se utilizó un arma nuclear escondida en un conducto del alcantarillado en el famoso Sari Night Club de Kuta Beach, en Bali? La versión oficial del atentado afirma que una tonelada de explosivos convencionales que se había depositado en un vehículo tipo jeep estalló en las proximidades del Sari Night Club; causó la muerte inmediata a 187 personas y heridas fatales a muchas otras, provocó grandes bolas de fuego —que presuntamente se produjeron debido a las bombonas de gas de las cocinas—, derrumbamientos de edificios en los alrededores del lugar de la explosión y enormes incendios que se extendieron por las cercanías.
Una de las primeras noticias acerca del atentado de Bali la ofreció FoxNews: «Indonesian Nightclub Bombing, callded an “Act of Terror”» (Atentado en un club nocturno de Indonesia, considerado un «acto de terror»). «La explosión se produjo alrededor de las 23.00 h [...]. Testigos en la famosa isla turística dijeron que las llamas se propagaron hacia otro club y abrasaron otros edificios de la misma manzana y una docena de coches. El lugar estaba atestado y todo ocurrió en un milisegundo.» La palabra «milisegundo» es uno de los lapsus línguae más imperdonables. Al igual que «zona cero», este término se emplea de forma exclusiva para referirse a las explosiones nucleares. Así, nunca, bajo ninguna circunstancia, se utilizaría una palabra tan extraña como ésa para aludir a una detonación, excepto que se tratara de una bomba nuclear.
El periódico londinense Guardian informó de que «la turista australiana Rachel Hughes, de dieciocho años, declaró que una amiga y ella acababan de llegar a Kuta cuando la explosión arrasó el club nocturno. Mientras permanecía en el vestíbulo del hotel Bounty, “las víctimas iban entrando, goteaban sangre, tenían quemaduras en la cara, se les desprendía la piel”, le comentó a la Seven Network australiana».
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El problema es que una explosión convencional, no importa lo grande que sea, no provoca ni calor ni llamas. Tan sólo produce gases extremadamente sobrecalentados que se propagan con rapidez en todas direcciones desde el centro de la detonación; si hay alguien que se halla en la zona de la explosión, esos gases simplemente lo destrozan, pero nadie sufriría quemaduras como resultado de una detonación convencional. Lo que describe la turista australiana Rachel Hughes —«quemaduras en la cara» y «se les desprendía la piel», al tiempo que aquellas pobres personas podían caminar por su propio pie— revela que estuvieron expuestos al mismo calor irradiado que los coches a medio quemar que aparecían en la fotografía del atentado de Bali. Eso sólo puede ocurrir cuando se produce una explosión nuclear abierta. La oración anterior es la prueba más inculpatoria de que hubo una mini bomba nuclear involucrada en la detonación.
De acuerdo con el informe oficial del gobierno australiano, «diez o quince segundos después de que se produjera la primera explosión en el Paddy’s Bar, se detonó un artefacto devastador delante del Sari Club [...]. El estallido provocó una tremenda liberación de energía en forma de gas, calor y luz. Las consecuencias fundamentales de ello fueron una onda de presión, fragmentación y fuego, lo que contribuyó a la devastación que se ha visto en el Sari Club. Como muestra de la fuerza que tuvo la explosión, el ruido se oyó hasta a quince kilómetros de distancia».
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Vuelvan a leer el párrafo anterior y reflexionen acerca de «liberación de energía», es más, acerca de «una tremenda liberación de energía», «onda de presión», «calor», «luz» y «contribuyó», y piensen: ¿podría una bomba convencional de una tonelada de explosivos convencionales baratos como la que presuntamente se utilizó en Bali causar todo eso? En efecto, no podría. Lógica elemental. Dos más dos son cuatro. Además, las bombas comunes no provocan incendios en los edificios de los alrededores ni quemaduras en la piel humana.
Una bomba convencional no produce radiación termal. Esas lesiones e incendios tan sólo los causa la radiación de una explosión nuclear. En palabras de otro turista que había sobrevivido a ataques contra Londres en los años noventa: «Sentí que mi hotel temblaba con violencia y fui corriendo a mirar por la ventana. A lo lejos vi una gran nube blanca con forma de hongo y supe que no estaba contemplando un ataque normal.»
Creo que todo el mundo sabe lo que significa en verdad la forma de «hongo» de una nube de humo. Por otro lado, las explosiones comunes no provocan incendios en los edificios adyacentes. Son las explosiones nucleares las que provocan incendios en las construcciones de los alrededores debido a su intensa radiación termal, que emana de forma inmediata de las bolas de fuego. Otro dato es que las bombonas de gas de uso doméstico tampoco provocan quemaduras en la piel, simplemente explotan, y su tiempo de combustión es demasiado corto como para causarlas. Un estallido de bombonas de gas sólo mataría a la gente que estuviera en las proximidades, los que estuvieran más alejados únicamente recibirían el golpe de la onda expansiva, pero bajo ninguna circunstancia sufrirían quemaduras, como se ha comentado.
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La policía indonesia fijó el número de muertos en 202, una cifra increíblemente alta. Sería imposible matar de forma instantánea a un par de cientos de personas y herir a otros cientos, si no miles, con mil kilogramos de explosivos convencionales metidos en un jeep. Está claro que se debió a un arma de destrucción masiva; un arma convencional, especialmente una casera, no podría causar de ninguna manera un número tan alto de bajas. Ni siquiera lanzando sobre el atestado Sari Club la bomba de aviación convencional más grande —de diez toneladas — construida en una fábrica se habría asesinado y herido a tanta gente como en aquel caso, y eso a pesar de que diez toneladas y 0,01 kilotones son iguales en lo que a energía explosiva se refiere.
El problema de un artefacto nuclear es que no sólo mata debido a la explosión en sí, sino también por al menos tres factores destructivos más, razón que lo eleva a la categoría de «arma de destrucción masiva». Mata, además de por la propia explosión, por su tremenda onda expansiva —representada por un frente de aire duro con una sobrepresión extrema que viaja a velocidad supersónica—; por su radiación penetrante —que está formada por rayos gamma y neutrones de alta energía—; y por su calor irradiado —es decir, por su radiación en espectros visibles, ultravioletas e infrarrojos (también llamada «radiación termal»).
De modo que, si se piensa en ello es un poco más fácil comprender por qué el número de víctimas fue tan alto; porque las armas nucleares se caracterizan por su llamada «zona letal» (aquella en la que todo el mundo moriría con una probabilidad del 99 por ciento, si no a causa de la onda expansiva en aire, entonces debido al calor irradiado —o bien por el calor sin más— o a la radiación penetrante); y así fue en el caso de Bali: dentro de una determinada zona letal, todo el mundo murió, y ligeramente más allá de esa zona falleció aún más gente, y más personas que no fenecieron de forma inmediata morirían un par de días más tarde a causa de las dosis de radiación letal y de las graves quemaduras (o, con toda probabilidad, como consecuencia de una combinación de ambas); e incluso aún más gente fallecería al cabo de las dos semanas siguientes. Así es como funcionan las armas nucleares.
¿Supo el gobierno de Indonesia que lo que estalló en Bali fue una bomba nuclear? Claro que sí. Por ejemplo, el presidente del Congreso de los Diputados, A. M. Fatwa, declaró refiriéndose al presunto terrorista que supuestamente había colocado la bomba: «Mi conciencia me dice que él no es un actor clave. No creo que Amrozi [el presunto terrorista] tenga la capacidad de realizar todos los preparativos que se requieren para estos atentados, como colocar una especie de bomba micronuclear en Bali.» Así que el presidente del Congreso de los Diputados de un país con una población superior a los doscientos millones de personas estaba al tanto de que se trataba de una mini bomba nuclear. ¿Estaba al corriente, entonces, la presidenta de Indonesia, Megawati Sukarnoputri? Y si lo sabía, ¿por qué no dijo nada? Bali es uno de los destinos turísticos más famosos del mundo. Sacar a la luz la terrible verdad sobre la naturaleza del ataque habría borrado de forma instantánea a Bali del mapa de los viajeros. El silencio de los cargos oficiales indonesios fue comprensible, porque las armas nucleares y el chantaje siempre van de la mano.
Hay una versión confidencial, que, por supuesto, el gobierno indonesio, el de Estados Unidos y el Mosad israelí conocen, que dice que fue una mini bomba nuclear lo que estalló a una potencia de entre aproximadamente 0,01 y 0,015 kilotones y que esa mini bomba pertenecía a Al Qaeda.
Así es como el gobierno definió el «terrorismo» moderno. La mera posesión de esas mini bombas y su extendido uso bajo la forma de los llamados «camiones bomba» representan en realidad el principal concepto de ese «terrorismo» moderno, atribuido a Al Qaeda y a otras organizaciones similares, todas ellas musulmanas, invariablemente.
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En el capítulo anterior ya he probado de manera definitiva que Al Qaeda lo tendría más fácil para improvisar una nave espacial de madera y aterrizar con ella en la Luna que para hacerse con una mini bomba nuclear. También he demostrado que hay cuatro naciones que poseen las capacidades técnicas necesarias para fabricarla: Estados Unidos, Rusia, Francia e Israel.
Fuentes confidenciales indonesias confirmaron a la inteligencia nuclear rusa que la bomba pertenecía al Mossad israelí. Inmediatamente después del ataque, el presidente Bush y otros líderes occidentales realizaron llamadas para que se tomaran medidas más enérgicas contra el «terrorismo global».
¿Podemos demostrar que fue una mini bomba nuclear? La explosión de cualquier cantidad de explosivos convencionales metida en un vehículo (independientemente de su tamaño) no formaría nunca un cráter, porque la energía de ese tipo de explosiones se propagaría en todas direcciones excepto hacia abajo. Las leyes básicas de la física demuestran que los gases provenientes de un estallido tienen la extraña costumbre de expandirse sólo en las direcciones en las que encuentran menor resistencia. De ese modo, como resultado de tal detonación, el suelo bajo el coche no se convertiría en ningún tipo de agujero, ni grande ni pequeño. Únicamente un artefacto explosivo enterrado (al menos de forma superficial) bajo la tierra podría crear un cráter.
Los principales medios de comunicación editaron de forma casi simultánea pruebas fotográficas que señalaban el uso de un arma poco convencional, aunque no las tomó un videoaficionado, como la que se incluye aquí. Aquéllas mostraban a la policía y al ejército indonesio explorando el profundo agujero con un palo muy largo. La mera presencia del cráter prueba que el arma se detonó bajo la superficie, mientras que la profundidad—en combinación con el diámetro— del hoyo demuestra la hondura a la que se colocó inicialmente. En la fotografía 1 del cuadernillo central aparece un coche semiquemado «de forma natural» tras una explosión mininuclear real a la que se conoce como «atentado de Bali de 2002».
Las consecuencias de la detonación de Bali de 2002, como revela esta sediciosa imagen, indican con claridad que se trató de una explosión nuclear abierta. En el caso del atentado que nos ocupa, la gente padeció quemaduras graves —típicas de la atmósfera de una explosión nuclear—, es decir, quemaduras que les cubrían exactamente el 45 por ciento del cuerpo y a las que se sumaban serias heridas de radiación. Muchos de ellos murieron a lo largo de los dos días siguientes y, casi todos los demás, durante los treinta días posteriores (los días trigésimo y trigésimo primero son una «fecha tope» estándar para morir a causa de enfermedades derivadas de formas de radiación moderada).
La imagen 2 del cuadernillo central es una de las fotografías más enervantes del atentado de Bali de 2002, cuya filtración al público, en realidad, pretendía evitarse. La imagen 3 del cuadernillo central refleja las consecuencias del atentado de Bali de 2002, que son típicas de las explosiones nucleares. El coche que aparece en primer plano se vio sometido a la radiación de espectro visible de las bolas de fuego nucleares, que es justo la razón por la que sobrevivió el color de su lado «sombreado», mientras que el de todas las zonas que estaban frente a la explosión nuclear se abrasaron por completo. Eso nunca habría ocurrido en caso de que hubiera habido llamas, ya que éstas habrían acabado con el color en todos los lados del coche; sin embargo, en este ejemplo concreto el coche se ha visto expuesto a calor irradiado (radiación termal), pero no a las llamas. El indicio de que se trató de la explosión de una mini bomba nuclear es que las ruedas del vehículo han conservado los neumáticos de goma; eso atestigua que las bolas de fuego irradiaron calor durante un lapso de tiempo demasiado breve como para quemar la gruesa goma, pero lo suficientemente largo como para abrasar la fina capa de color. Justo detrás del coche hay un árbol desplomado. Se cayó debido a la onda expansiva de la explosión; fíjense en que la dirección obvia de propagación de la onda (como indica la dirección del árbol caído) coincide con la irradiación del calor (que dañó la pintura del coche); su trayectoria es muy sencilla de imaginar si se observan las partes sombreadas del coche, que ahora están representadas por los restos de color azul. Del edificio que hay detrás tan sólo se han salvado las partes hechas de acero y hormigón, mientras que la onda expansiva ha destruido por completo los elementos más débiles, como las paredes, el tejado, etcétera. Es obvio que la onda también golpeó la parte trasera del coche de frente; ese impacto incluso deformó el lateral.
En el cuadernillo central de este libro —relacionada con uno de los capítulos anteriores en el que el autor de estas líneas intentaba rebatir una teoría de la conspiración de mini bombas nucleares en relación con la demolición del World Trade Center— se muestra otra reveladora fotografía que nos presenta un coche a medio quemar tras la explosión nuclear de Bali de 2002.
¿De verdad se cree alguien que una tonelada de explosivos convencionales baratos provocaría el derrumbamiento de un edificio de tres plantas a doscientos metros de distancia de la explosión? «Como mínimo, el daño causado en la zona de Kuta Beach requeriría de una bomba de alto poder explosivo de algo más de 3.600 kilogramos, del tipo de las que se usaron en Londres durante la segunda guerra mundial. ¡Problema! ¿Cómo demonios metes más de 3.600 kilogramos de un voluminoso explosivo de alto poder y de baja densidad relativa en un conducto del alcantarillado de treinta centímetros de diámetro situado a aproximadamente quince metros bajo la superficie? Es obvio que lo que se necesita es un arma especializada que tenga un diámetro significativamente más pequeño que treinta centímetros, pero con una capacidad de explosión notablemente superior a 3.600 kilogramos de explosivos convencionales. Sólo hay un arma capaz de hacer ese trabajo, lo cual explica por qué es probable que nunca lleguen a ver en ningún otro lugar la condenatoria fotografía del cráter que les he mostrado más arriba. La explosión fue tan grave que su detonación dañó de forma fatal 47 edificios en el área inmediata y destrozó más de cien vehículos.»
Se utilizó un pequeño artefacto nuclear. ¿De qué otra forma si no se consiguen un cráter de 1,5 metros de profundidad y de 4 de diámetro, 47 edificios destruidos, más de 100 coches destrozados, piel que se despega de la carne y un número de víctimas tan alto? ¿Es muy pequeño el artefacto que provoca este tipo de explosión? Y ¿quién tiene la capacidad de poner sus manos sobre un arma así?
Basándonos en los datos publicados de forma oficial, podríamos concluir con facilidad que la práctica más habitual es la de dar un número de víctimas totales cinco veces inferior al real. Ése es exactamente el motivo por el que no debe caber duda alguna de que al menos más de dos mil personas murieron en realidad en el atentado de Bali de 2002; sólo teniendo en cuenta el número de víctimas de aquella explosión, no podría ser considerada como «convencional», sino que fue con total seguridad un ataque nuclear. Podemos especular sobre la cantidad de personas que murieron después a causa de la radiación, puesto que nadie publicó datos oficiales respecto a la gente que se vio expuesta a los efectos de la explosión a diferentes distancias de la zona cero. Podríamos suponer que alrededor del 99 por ciento de las personas que se hallaban a 350 metros a la redonda del hipocentro fallecieron, al igual que en torno al 90 por ciento de los que estaban a distancias de 450 metros, más o menos el 70 por ciento de los que estaban a 550 metros, cerca del 50 por ciento de los que estaban a 700 metros y aproximadamente entre el 10 y el 15 por ciento de los que estaban incluso a mayor distancia. Y que algunos de los que se apresuraron a llegar a la zona cero tras el estallido y que tuvieron la mala suerte de inhalar polvo radiactivo. Todos ellos aumentarían la cifra que se ha mencionado arriba. En consecuencia, podríamos tratar de adivinar cuánta gente murió efectivamente. Pero un informe semisecreto de la inteligencia militar tailandesa, para el que se recogieron datos exclusivos al pie de la explosión, situó el número total de afectados de la radiación de la explosión de Bali (y se refiere a los «afectados muertos») por encima de los diez mil. Podría tratarse de una exageración, por supuesto. Tal vez lo fuera. Pero también podría ser verdad. La cifra simplemente dependería de la cantidad de personas que tuvieran la mala suerte de hallarse cerca de la zona cero en el momento de la explosión.

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